>El Pistolero

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STEPHEN KING, El pistolero (La Torre Oscura I)

Una de dos: o mis gustos no han sabido avanzar a la velocidad de los tiempos o soy un imbécil incapaz de distinguir una buena obra literaria cuando la tengo delante. Algo así es lo que me sucede ante la terrible decepción que me he llevado al llegar a la última página de El pistolero, la primera parte de la saga de La torre oscura, de Stephen King. Había sido tal la avalancha de recomendaciones sobre esta novela que no puedo evitar pensar que mi criterio se está viendo seriamente mermado. Y no es sólo que no me parezca una buena novela, sino que ni siquiera entiendo por qué es una novela.
La edición que obra en mi poder es la relativamente nueva y “de lujo” que se editó hace no mucho tiempo en español debido a la finalización de la saga. Entrecomillo lo de «edición de lujo» porque, de acuerdo, viene acompañada de unas láminas bastante interesantes sobre la historia, pero en lo referente al resto tampoco está tan cuidada: es una edición normal y corriente, como la que se hace a todos los libros nuevos, con el texto bastante bien encuadrado (podría estarlo mejor), pero la hojas ni siquiera están cosidas al interior del lomo.
El caso es que la historia no pasa de narrar una serie de acontecimientos aislados y sin demasiada relación de continuidad, que parecen funcionar sólo como prólogo de otra cosa y ni mucho menos forman un todo que cierre una historia ni una parte de ella, porque, como ya venía apuntando, no hay ninguna historia en estas páginas.
La edición va precedida de una introducción escrita por el propio King, en la que, craso error, deja al descubierto todos los defectos de los que luego nos daremos cuenta que adolece la “novela”. Empieza contando cómo este relato se le ocurrió al leer de jovencito El señor de los anillos. Podría ahorrarnos esta información, pues cualquiera podría darse cuenta de ello al enfrentarse a una historia en la que un protagonista busca una Torre en la que parece haber oculto alguna especie de mal ancestral. Después nos cuenta cómo descubrió el enfoque que quería darle a la historia: vio en el cine al Clint Eastwood de El bueno, el feo y el malo. Y, evidentemente, copió los paisajes e intentó copiar también el tipo de diálogos de los westerns de Leone. Por último, indica que es una novela de juventud y que años más tarde ha corregido los errores de estilo debidos a dicha juventud, aunque personalmente ni creo que lo haya conseguido ni veo mucha diferencia entre esos errores y los que se abren camino a lo largo de otras de sus novelas. Estos son los tres puntos flacos; suficientes, creo yo.
En suma, tenemos la siguiente “novela”: una historia que se desarrolla de la misma manera que El señor de los anillos (brujos inalcanzables, seres de tiempos ancestrales que guardan un conocimiento negado a los hombres, personas portadoras de mensajes incomprensibles en el momento pero que marcarán la vida del protagonista…), con las características de las películas de Sergio Leone (largos desiertos que atravesar, personajes sin rumbo ni destino, diálogos parcos dispuestos a los sobreentendidos, héroes sin una moral definida…) y plagada de recursos estilísticos que a menudo recuerdan al jovencito que escribió la novela y que King parece que nunca ha dejado de ser.
Esto último hace que nos encontremos con demasiadas cosas que chirriarán en los oídos de cualquier lector. Descripciones de una candidez tal que casi nos hacen sonreír ante la ocurrencia: “el desierto era inmenso, la apoteosis de todos los desiertos”. Comparaciones que ni aportan nada al relato ni son originales, ni ingeniosas, ni necesarias; y de éstas hay muchas, una gran profusión de un recurso tan gastado como fácil (y por lo tanto fácil de usar mal, como hace no sólo King, sino una cantidad demasiado grande de escritores): “como un perro que se persigue la cola, volvió a acosarle la insistente canción”, “esta ironía, como el romanticismo que hallaba en la sed, le resultó amargamente atractiva”.
Por último, la personalidad del pistolero resulta terriblemente endeble, rasgo que queda subrayado por la insitencia que se pone en ella. Quiere ser el rubio de los dólares pero no llega a conseguirlo nunca. Sus diálogos breves necesitan ir siempre acompañados por una explicación del narrador porque King no tiene la suficiente destreza. Hace demasiado hincapié en que quiere perder sus lazos con la humanidad, pero nada lo refrenda en toda la novela, hasta el punto de que cuando, hacia el final, por fin hay un acto que podría hacerlo, al suceder resulta casi ridículo e incomprensible. Y su relación con el hombre de negro, que parece querer ser misteriosa, no pasa de ser díficil de entender e incluso a veces ridícula.
Ya avisaba el autor que quería escribir la novela más larga jamás escrita, y parece que va camino de conseguirlo pues, como ya he dicho, estas trescientas páginas no pasan de ser un simple prólogo (sin demasiado interés, si se me permite decirlo). Por otro lado, ya he caído en la red: es medianamente entretenido (eso no voy a negarlo) y no puedo comenzar una saga sin acabarla (sólo Harry Potter tiene el mérito de haber conseguido que no quiera seguir leyendo), de modo que estoy condenado a terminarla. Ya volveremos a hablar cuando lea la segunda parte, nadie sabe cuando será.

>Regreso a Barrow

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STEVE NILES, BEN TEMPLESMITH, 30 días de noche: Regreso a Barrow

Si la búsqueda de profundidad en Días oscuros sólo había conseguido infantilizar la historia, en esta tercera parte se vuelve a la sencillez y contundencia de 30 días de noche. Desgraciadamente el temor que nos asaltaba al final de aquella segunda parte con respecto a las vías argumentales abiertas se ve corroborado aquí, y es que los argumentos del comebichos y de Dane son cerrados de forma abrupta y sin ser en absoluto desarrollados.

Pero el cómic tiene otras virtudes, rescatadas en su mayoría de la primera parte: una historia directa que no pierde tiempo en explicarse a sí misma, docenas de lugares comunes que refuerzan el tono general de la obra y, lo más importante, hemos cambiado el terror por la acción. Si antes teníamos familias asustadas e indefensas, ahora tenemos a hombres armados y dispuestos a plantar cara a un enemigo que busca venganza. En realidad el planteamiento resulta el más interesante de las tres entregas, creando una tensión «in crescendo» que culminará con el ataque a la aldea, momento hasta el cual todo funcionará con engranaje perfecto. Lástima que lo que venga a continuación sea interesante pero no tan bien desarrollado como lo anterior. El elemento sorpresa que nos tienen preparado realmente nos sorprende, pero deja cierto regusto amargo con respecto a lo que podría haber sido.

Para mí, la mejor de las tres partes, aunque flojee un poco hacia el final.

>Días oscuros

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STEVE NILES, BEN TEMPLESMITH, Días oscuros

Si bien en 30 días de noche faltaba algo de introspección psicológica en los personajes, eso se resuelve en esta continuación, aunque dicha resolución, que debería sumarle enteros con respecto a la anterior, lo que consigue es bajar el nivel del conjunto, castigándonos con un infantilismo que no nos merecíamos.

Cuatro son los personajes en los que se ahonda en esta segunda parte, que narra cómo la mujer del sheriff Eben Olemaun, que expulsó a los vampiros de Barrow, viaja por los EE.UU. intentando dar a conocer a estos seres para luchar contra ellos. El primero de ellos, la mujer de Vicente, resulta decepcionante. Si en la primera parte se vislumbraba como parte de una alta sociedad vampírica que no llegaba a mostrarse, ahora no sólo sigue sin mostrarse dicha sociedad, sino que el personaje no pasa de ser un ente plano y brutal que busca venganza.

El segundo, Judith, la madre del piloto del helicóptero en 30 días de noche, la que tanto tiempo llevaba tras los vampiros, no pasa de ser una prolongación de carne del disco que grabó entonces, volviendo así absurda la línea argumental que inició en la primera parte.

Stella Olemaun se revela un personaje infantil con continuas depresiones porque falla su plan de dar a conocer a los vampiros a través de un libro, con frases tan ridículas como: «Si al menos lo hubieran publicado como no ficción». La verdad es que todo el desarrollo del libro denota una gran prisa por parte de los autores por sacar una continuación, con el argumento mil veces visto de una película de acción, y no demasiado meditada.

Quizá el personaje que salva todo esto sea el vampiro Dane, el único que nos aporta datos nuevos sobre el mundo en el que nos movemos y confiere personalidad y libre albedrío a estos seres.

Además vuelve a ampliar, sin desarrollarlo, este mundo vampírico, tal como hiciera en la primera parte. Dos escenas (el comebichos y la resurrección) prometen un mundo místico más elaborado. Pero claro, parece que se les da mejor a los autores prometer que resolver.

>30 días de noche

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STEVE NILES, BEN TEMPLESMITH, 30 días de noche

Creo que me quedaré solo en la defensa de 30 días de noche (no de su dibujo, sino de su guión), pero bueno. Son muchas las voces que he oído diciendo que se trata de un guión demasiado básico y que necesita un mayor desarrollo, aunque yo creo que su perfección radica en su sencillez. Las premisas son muy básicas. Tenemos vampiros y todo el mundo sabe qué es un vampiro, por lo que no necesitan presentación aunque sus diferencias con lo que estamos acostumbrados sean notables. Son inmortales y se alimentan de sangre humana. Suficiente. Todo lo demás es información supérflua.

Tenemos un pueblo con una noche de 30 días, lo que lo convierte en un parque de atracciones perfecto para estos seres. Todos sabemos que estos lugares existen, así que cualquier proceso de investigación que hayan seguido o su organización para atacarlo se antojan innecesarios. Obviemos, claro, el hecho de que hayan tardado tanto en descubirlo y lo sencillo que les resulta incomunicarlo.

Ya lo tenemos todo: 30 días de caza continuada sin que nada pueda interrumpirla. Los habitantes de Barrow deberán sobrevivir hasta la próxima salida del sol.

Cierto que el desarrollo argumental es sencillo, pero también contiene escenas que arrojan luz sobre este mundo vampírico del que sólo podemos ver el último acto porque es en el que nos encontramos. Tenemos a Vincent, un personaje que nos revela cierta jerarquía entre estos monstruos, una jerarquía de un carácter más bien animal, pues se basa en el liderazgo del más fuerte. Tenemos la presencia extraña de una misteriosa vampiresa, que hace pensar en una sociedad con el dominio de una minoría aristocrática sobre una masa vampírica mucho más salvaje. Y tenemos a ese misterioso recolector de pruebas, que hace pensar en una guerra ya iniciada con un sector de la sociedad humana. Todo ello nos hace pensar en un mundo indudablemente más amplio que el que contemplamos, pero que no llega a revelarse.

La historia es perfectamente lineal y resulta evidente que el escaso desarrollo de lo arriba dicho se debe más a un deseo de no apartarse del argumento central que a la impericia. En definitiva, una novela perfectamente cerrada y capaz de crear las expectativas de un imaginario mitológico vampírico.

>Comienzos

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VV.AA., Comienzos, Eunsa

Comienzos es una recopilación de cuentos de varios autores noveles, realizada como «experimento» de un taller de escritura en Pamplona. Para ser sinceros, la calidad de unos relatos a otros sufre unos cuantos altibajos, pero voy a centrarme en uno solo de ellos por motivos personales y porque es, creo, el mejor que he leído de su autor, y le voy a conceder más espacio del que acostumbro.

El cuento, escrito por Ricardo Riera, se titula Iker y la bestia de los Pirineos. Por su título y por el hecho de estar ambientado en Pamplona (una Pamplona más bien mítica), podríamos pensar que se trata de una historia extraída de la cultura popular vasca, pero nada más lejos de la realidad, pues el elemento fantástico lo invade todo en seguida y nos transporta, quizá, a unas lejanas tierras nórdicas.

La historia se divide en dos momentos básicos: el tiempo actual en el que alguien conoce los hechos, y los hechos propiamente dichos, creando un ambiente de leyenda romántica con un esquema similar al que tantas veces hemos visto en Bécquer, y dosificando muy bien la información para mantener de ese modo el misterio y que las cosas no discurran demasiado rápido.

Pero no todo son aciertos, hay un par de cosas que flojean en la historia. La primera de ellas es que ese pretendido narrador de la zona se descubre en ocasiones como el recién llegado a ella que en realidad es su autor, y tras dar una serie de nombres en perfecto euskera, él opta por usar el término «vascuence»; o en un momento dado nos sorprende con «la mordida de uno de ellos», inverosímil palabra en este lugar, donde utilizaríamos, sin pensarlo, «el mordisco». La segunda de ellas son las decisiones, un tanto infantiles, con las que en ocasiones ataja su relato. Así encontramos que nuestro investigador acude a la «sección de libros raros de la biblioteca», como si nos encontráramos en un episodio de Buffy Cazavampiros; da una excusa tan floja como las deudas de juego para que un amigo suyo investigue en los libros un par de cosas, como si tuviera que presionar a sus amigos para que le hicieran un favor; o incluso nos regala con una excesiva clarividencia en el relato final de los hechos después de habernos ofrecido una historia oscura por la falta de datos. A mi modo de ver, esa explicación final en realidad no era necesaria, pues el lector tiene ya suficientes datos para intuir qué es lo que ha sucedido.

Un excelente relato, de todos modos, que no me logra disipar una duda: estoy convencido de que Ricardo Riera tenía en la mente la historia en imágenes de película mientras la escribía, pues su desarrollo se asemeja demasiado al de un posible capítulo de, digamos, Historias de la cripta.